Álvaro Valenzuela

Julio 4, 2024


“La información que buscamos es crucial para entender la evolución de nuestra galaxia y su interacción con otras galaxias en el pasado”.

La vida y carrera de Álvaro Valenzuela, un joven doctorante en astrofísica de la Universidad Católica, sobresale como una historia de perseverancia y redescubrimiento personal. Finalista del concurso “Tesis en Tres Minutos”  -de la Escuela de Graduados-, con su trabajo “El Viaje de la Vía Láctea: desde la infancia a la adultez”, la trayectoria del doctorante es un vertiginoso recorrido que se gesta en el extremo austral del país y culmina, por ahora, en el núcleo interior de nuestra galaxia.

Richard García

Nacido en Santiago y criado en el sur de Chile, en Puerto Williams y Puerto Montt, Álvaro Valenzuela (33) siempre tuvo un interés por los cielos. Su pasión se gestó indirectamente mientras observaba los aviones que despegaban desde la remota pista de la base área de Puerto Williams y luego desde el aeropuerto El Tepual, de Puerto Montt. Había llegado a la primera localidad a los dos años y a la segunda pasados los siete, ya que su padre era controlador de tránsito aéreo. Pero la curiosidad lo llevó a fijar su atención no sólo en las aeronaves sino también en las estrellas. Tuvo telescopios para aficionados de distintos tipos, reflactores, con los que podía ver la luna, los planetas y algunos astros. Era sólo una entretención, reconoce.

Por eso su primer camino profesional fue otro. Tal vez por la influencia también de los aviones y de las maquetas que gustaba armar con su padre cuando niño, en 2008 ingresó a estudiar Ingeniería Civil Mecánica en la Universidad de Santiago de Chile (Usach). “No lo pensé mucho, me metí porque me gustaba la matemática y la física”, comenta.

Al término de la carrera, Álvaro enfrentó una crisis profesional. Trabajó como consultor de productividad, pero se sentía insatisfecho. “No estaba cómodo, sentía que me faltaba algo”, explica. Fue durante un momento de introspección, mirando a través de su telescopio, que decidió darle un giro radical a su vida profesional.

De Ingeniero a Astrónomo

En 2015, con 25 años, decidió profesionalizar su natural pasión por la astronomía. Por referencias llegó primero al Centro de Astroingeniería de la UC, y luego de conocer más de lo que hacían allí decidió que no solo quería trabajar con telescopios, sino entender los datos que estos proporcionaban. Sin embargo, el camino no fue fácil. “Mi primera opción era hacer el magíster de inmediato, porque ya con la licenciatura podía entrar. Pero cuando vi los cursos me atemoricé. Tenía astrofísica estelar avanzada, astrofísica extragaláctica avanzada y otros cursos con nombres super extravagantes que no tenía ni idea de qué significaban. Y dije: ‘Si entro al magíster de inmediato, voy a morir’”, recuerda.

Por eso optó por empezar con una Licenciatura en Astronomía en 2016, para ganar la base necesaria antes de enfrentarse a un magíster en Astrofísica. Durante sus estudios, Álvaro se sintió inspirado y motivado. A pesar de ser el mayor en su clase, encontró su verdadera vocación. “Descubrí que me sentía supercómodo en ese momento, que era algo que debía haber buscado antes y que, en el fondo, sentía que era lo mío. Volví a sentirme motivado”.  Gracias a que pudo convalidar un año de estudios, se graduó en 2020.

En el camino se reencontró con Francisca Ugarte su pareja desde entonces. Es hija de otro controlador de tránsito aéreo y la conoce desde su época de Puerto Montt. “Llevamos cinco años juntos y tenemos un niñito de un año y medio, Mariano”, dice, con una sonrisa. Admite que todavía no está mirando al cielo, pero ya dice luna. “Tengo avanzado algo. Mi papá lo hizo con los aviones, ¿por qué yo no con las estrellas?”.

Estructura con información

Para Álvaro, la astrofísica es el componente central de una especie de abanico en el que a un extremo está la ingeniería, y en el otro la matemática y la física. “En la parte más cercana a la ingeniería está la Instrumentación Astronómica, que son astrónomos que se dedican a diseñar y fabricar instrumentos para obtener datos. Al lado está la Astronomía Observacional, que incluye a quienes toman estos datos y los interpretan. Junto a ella está la Astronomía Computacional, es decir, aquellos que hacen simulaciones en computador para tratar de reproducir la observación. Y por último está la gente que hace modelos de física, teóricos. Yo venía de ingeniería y el camino más natural para mí fue pasar primero por la instrumentación”, explica.

Por ello, en paralelo a su licenciatura colaboró activamente con el equipo del doctor Leonardo Vanzi, del Centro de Astroingeniería de la UC. “Yo fabricaba piezas mecánicas, para prototipos de instrumentos, porque en ingeniería aprendí a operar máquinas y herramientas, y a programarlas para hacer piezas automáticas. Entonces, si tengo un trozo de metal, puedo esculpir algo y con buena precisión”. Es así como participó en la construcción de un prototipo de un instrumento para el telescopio infrarrojo japonés Tao, que opera en la Región de Antofagasta, cerca de ALMA. “Se hizo una publicación al respecto; fue mi primer artículo científico ligado a la astronomía”, dice con orgullo.

En 2020 ingresó al doctorado en la UC, con una investigación que lo llevó al interior de la Vía Láctea. “Si me quedaba en instrumentación me faltaría todo el bagaje científico. Tuve la suerte de tener una muy buena profesora, Manuela Zoccali -académica del Instituto de Astrofísica de la universidad. Fue la primera que tuve en un curso de astronomía acá y quedé admirado con su trabajo. Ha sido mi profesora de tesis en la licenciatura y ahora en el doctorado. Una vez que la atrapé no la solté más”, reconoce, entre risas.

Ella, precisamente, trabaja en lo que se conoce como el bulbo o núcleo de la Vía Láctea: donde se concentra la mayor cantidad de estrellas. Se trata de una estructura en forma de barra alargada ubicada casi al centro de la galaxia y que Álvaro compara con un balón de rugby. “Nunca había pensado que en una sub-estructura de una galaxia podía entregar tanta información, y que podía ser tan compleja a la vez”, dice el doctorante.

Su investigación se centra en un disco de estrellas cercano al agujero negro supermasivo, en el centro de la Vía Láctea. “Si logramos determinar la edad de estas estrellas, podríamos determinar la edad de la barra”, explica. Esta información es crucial para entender la evolución de nuestra galaxia y su interacción con otras galaxias en el pasado.

“Nuestra pregunta principal es: ¿cuándo se formó la barra de la Vía Láctea? Y esto es importante porque es también el momento cuando la vía láctea dejó de interactuar con galaxias similares a ellas en tamaño, es decir, cuando pasó a ser una galaxia más o menos aislada respecto de otras cercanas como Andrómeda (es decir, cuando se alejó lo suficientemente de ella)”.

Hay estimaciones de la edad de la barra que dicen que es de poco más de 8 mil millones de años (la edad del universo es cercana a los 14 mil millones de años). “Espero lograr constreñir ese número un poco más y establecer un rango más acotado”, dice.

El doctorante está ansioso porque empiecen a operar los grandes telescopios de nueva generación que se construyen en Chile. “Estoy sacando el máximo provecho a los datos tomados con el Very Large Telescope (VLT) de Cerro Paranal, ubicado al sur de Antofagasta (que tiene una resolución de 16 metros combinando sus cuatro espejos). Entonces, si puedo hacerlo con estos datos, ¿qué más podría hacer con el Extremely Large Telescope (ELT) , que tendrá un espejo de 39 metros de diámetro, el más grande del mundo, y que estará en el Cerro Armazones?”, afirma. “Estoy emocionado y contento por el futuro, se vienen hartas cosas entretenidas e interesantes”.

La pasión por la divulgación científica

Además de su investigación, Álvaro ha encontrado en la divulgación científica una forma de compartir su pasión. Es así como ha participado en el programa “Observa Más”, del Instituto Milenio de Astrofísica, donde realiza talleres y charlas con acceso liberado. “Siempre me ha gustado hablar en público y siento que tengo facilidad para comunicar”, comenta. Esta habilidad lo llevó, en 2023, a ser finalista en el concurso “Tesis en Tres Minutos”, de la Escuela de Graduados, con su presentación “El viaje de la Vía Láctea: desde la infancia a la adultez”. “Quería que la gente entendiera un poquito de mi tesis y también me servía para probarme. Y el hecho de hacerlo en inglés también era un desafío adicional”, recuerda.

La experiencia le encantó. “Fue súper enriquecedora. Me acuerdo que cuando grabé el video estaba muy nervioso. Lo debo haber grabado unas 20 veces hasta que sentí que salió bien. Y después, cuando me comunicaron que era finalista, me di por pagado. Dije: ‘Ahora voy a dar lo mejor. Mi objetivo era llegar a la final y lo logré. En algún momento pensé que podía ganar, hasta que vi la presentación de Macarena (Droguett) y pensé: ‘Ya, ella ganó’. Pero me quedé muy tranquilo con la experiencia y creo que es muy bonito participar. De hecho, a mis compañeros les he dicho que lo hagan, que es una experiencia súper gratificante”.

En su presentación invocó indirectamente al cielo austral de sus recuerdos. “Cuando comienzo, en mi discurso invito al público a imaginarnos en el desierto, porque la gente asocia el desierto con la astronomía. Pero cuando lo escribí, lo hice pensando en Puerto Montt, cuando salíamos con mis papás y nos parábamos al lado de la carretera a mirar el cielo y la Vía Láctea. En mi mente, en mi corazón, estaban Puerto Montt y los cielos del sur”.

Entramado