Miguel Lugo Salazar
Junio 27, 2024
“Si te doy un vaso de agua sucia, puedes decidir si lo tomas o no. Pero con el aire no tienes esa oportunidad: no decides si es limpio o no, respiras lo que venga”
El colombiano Miguel Lugo Salazar, doctorante en Ingeniería Química de la Universidad Católica de Chile, trabaja identificando las fuentes emisoras de contaminantes que influyen en la calidad del aire, desde el Campus San Joaquín. Su trabajo apunta a desarrollar metodologías para mejorar la información que se maneja sobre el tema, especialmente en las ciudades chilenas impactadas por las “zonas de sacrificio”. Esta investigación la presentó en la edición 2023 del Concurso Tesis en Tres Minutos, que realiza anualmente la Escuela de Graduados de la UC, y fue uno de los finalistas.
Por Richard García
El interés por la calidad de aire del colombiano Miguel Lugo Salazar (31), hoy doctorante en Ingeniería Química de la Universidad Católica de Chile, comenzó hace unos siete años con su tesis de pregrado en la Universidad del Atlántico, en Barranquilla. Allí, con la ayuda de un dron, midió material particulado PM10, es decir, partículas sólidas de polvo, cenizas, metal o cemento, cuyo tamaño puede variar desde algunas que son microscópicas hasta otras percibidas por el ojo. Esta experiencia fue pionera en la mayor ciudad del atlántico colombiano, y eso a partir de su trabajo desde la universidad.
“Cuando hice mi investigación, en Barranquilla no se medía la calidad del aire. Eso fue un plus, una oportunidad para sumergirnos en ese tema”, explica Miguel Lugo.
Gracias a las recomendaciones de sus profesores, quienes vieron su potencial académico, decidió seguir por el camino de la investigación. Una amiga le habló de las oportunidades de becas y doctorados en Chile, lo que lo llevó a contactar al profesor Héctor Jorquera -del Departamento de Ingeniería Química y Bioproceso de la UC-, a quien describe como la persona más destacada en Chile, en el área de calidad del aire. “Le dije que estaba interesado en hacer un doctorado. Tenía una idea básica de investigación y así fue como se estableció el puente”, recuerda, sobre quien se transformó en su director de tesis.
Miguel comenzó su doctorado en 2021, pero debido a la pandemia y problemas con la visa, llegó a Chile en marzo de 2022. Adaptarse no fue fácil al principio. “Ustedes tienen muchos modismos y hablan muy rápido, pero con el tiempo uno se acostumbra”, comenta entre risas. “El contacto con las personas también es distinto respecto a Colombia; creo que el clima los hace un poco más distantes. Eso también pasa en Europa, donde la gente al principio es un poco reacia a establecer contacto, pero después uno entra en confianza”.
A pesar de los desafíos, ha disfrutado su estancia y ha conocido lugares como Valparaíso, Viña del Mar y el Cajón del Maipo. “Quisiera ir hacia el sur, pero no se me han dado las posibilidades aún”, confiesa. Y si de panoramas culturales se trata, recientemente visitó el Museo de la Memoria, en Santiago, y también espera conocer la casa de Neruda en Isla Negra.
Aporte individual
En su investigación actual en Chile, Miguel se centra en el análisis de PM2.5 (partículas inferiores a 2,5 micrómetros; 1 micromentro es la milésima parte de 1 milímetro) y dióxido de azufre (SO2), contaminantes que emiten las industrias. “Aquí tienen el problema de las llamadas zonas de sacrificio como Quintero, Puchuncaví, Huasco, Tocopilla y Lota-Coronel”, explica, sentado en la mesa central del espacio que comparte con otros investigadores de Ingeniería Química, en el Campus San Joaquín.
Su tesis busca desarrollar una nueva metodología para identificar y aislar la contribución de las fuentes industriales, a la contaminación del aire. “El problema es que entre tantas industrias es difícil discernir de dónde proviene el mayor aporte. Además, no solamente están las industrias, sino que también otras fuentes como los vehículos, quema de leña, incendios forestales, y los equipos de medición convencionales no te dicen cuánto es el aporte de cada una de esas fuentes”, señala el finalista de 3MT.
Justamente su trabajo apunta a desarrollar un programa que informe, en detalle, el aporte de dichos emisores y permita saber el verdadero impacto de las industrias.
El profesor Héctor Jorquera publicó un estudio en 2023 que identificó a Ventanas como la mayor fuente de contaminación, particularmente la termoeléctrica y la fundición de cobre. “Ese trabajo fue la base para seguir con la metodología que estamos desarrollando en nuestro grupo de investigación, de soluciones ambientales del Departamento de Ingeniería Química y Bioprocesos”, dice Miguel, quien es un apasionado de la lectura y la música.
-¿Qué haces cuando no estás investigando?
-Me gustan las novelas sobre mundos distópicos. Acabo de leer “Cadáver Exquisito”, de Agustina Bazterrica. También voy a recitales. Mi banda favorita es Muse, creo que por ahí viene todo el tema de la distopía y de ver las cosas de manera fatalista (risas). Otra banda que sigo es Radiohead y espero ir a verlos si confirman alguna actuación pronto.
Poco deportista, se declara seguidor del Real Madrid y del Junior de Barranquilla. De los equipos chilenos el que más reconoce es a Colo Colo.
El gusto de competir
El año pasado Miguel participó en el concurso Tesis en Tres Minutos UC 2023 (3MT® UC) de la Escuela de Graduados, con su trabajo llamado “The Most Wanted Silent and Invisible Killers in Chile” (Los asesinos silenciosos e invisibles más buscados en Chile).
“Siempre me ha gustado competir y pensé que la temática de la contaminación merecía ser escuchada, ya que no es un problema solo de Chile, sino a nivel mundial”, afirma. Aunque reconoce que no fue sencillo, tomó el desafío. Como la defensa era en inglés se inscribió en el curso Presentaciones académicas en inglés, que realiza la Escuela de Graduados, de la Vicerrectoría de Investigación. “Es muy bueno y de hecho de ahí salió la ganadora, Macarena Droguett. Ella estuvo conmigo en el curso. Dan buenos tips para pronunciar y también para condensar el discurso”, comenta. “Fue una experiencia curiosa y un reto, pero me gustó”, dice con satisfacción.
La vocación por el mundo de la ciencia y tecnología le viene de familia. Su padre es empleado de una empresa de energía, mientras que su madre es auxiliar de enfermería, lo que inspiró a su hermana a dar un paso más allá, ya que estudió Medicina.
Su llegada a la ingeniería química estuvo relacionada con su desempeño escolar. “En Colombia siempre dicen que cuando a uno le va bien en un ramo, termina estudiando una carrera afín. Yo era bueno en Química, también en Matemáticas, entonces encontré que lo más cercano era la Ingeniería Química, pero luego adentro me di cuenta de que no tenía nada que ver con la Química. Es otro mundo, algo muy distinto. Hay un chiste que dice que los ingenieros químicos hacen la olla y los químicos la sopa”, comenta con una sonrisa.
Mirando hacia el futuro no descarta la posibilidad de seguir su investigación en Europa después de su doctorado. “Mi destino de ensueño siempre han sido los países rodeados por el mar Báltico. Me gustaría por el tema de calidad del aire, porque allá tienen centros de investigaciones muy buenos. Además, son de los países que mejor respiran. Quisiera ir para luego aplicar en mi país lo aprendido”, asegura.
Su dedicación y compromiso con el tema son claros: “Creo que el tema de la calidad del aire es crucial. Uno no tiene la opción de decidir si respira aire contaminado o no. Si te doy un vaso de agua sucia, puedes decidir si te lo tomas o no. Pero con el aire, no tienes la oportunidad. No decides si es limpio o no, respiras lo que venga, a no ser que te quieras morir”, reflexiona.
Admite que en América Latina se ha avanzado bastante con el tema, pero todavía falta mucho. “Creo que lo que hace más falta es más sinergia entre las políticas públicas y la investigación. Por ejemplo, acá en el tema de estas industrias hay normativas, pero todavía se siguen dando episodios. Hay algo que está fallando, no sé si en normativa o en regularización”.
Para el doctorante lo clave es que se hagan mediciones periódicas en cada vez más lugares. “En mi ciudad, hasta que hicimos nuestra investigación, no se medía la contaminación. Entonces ¿cómo vas a controlar algo de lo que no tienes información?”. Reconoce, eso sí, que no es un tema sencillo, ya que los sensores son costosos y solo recientemente se ha comenzado a innovar con tecnologías de costo menor. “Es todo un tema en el que debe haber una sinergia entre la investigación, las industrias y el sector público”, opina.