Osvaldo Contreras

Noviembre 22, 2021


“Siempre me encantó el funcionamiento del cuerpo humano, particularmente del corazón”

“Siempre me encantó el funcionamiento del cuerpo humano, particularmente del corazón”

El Doctor en Ciencias Biológicas, mención en Biología Celular y Molecular UC, Osvaldo Contreras, actualmente Profesor Adjunto de la Facultad de Medicina y Salud en la University of South Wales (Sídney, Australia), trabaja en la División de Células Madre y Biología del Desarrollo en el Instituto de Investigación Cardíaca Víctor Chang, especializándose en enfermedades congénitas del corazón.

Fue matrícula de honor de la Pontificia Universidad Católica de Chile, obtuvo la medalla Herman Niemmeyer y su tesis sobre la regeneración y enfermedades neuromusculares obtuvo el Premio de Excelencia en Tesis Doctoral. Pero Osvaldo Contreras (31) no siempre fue el científico serio y enfocado que actualmente es. “De chico era desordenado, me echaron del colegio, y me costaba mantenerme quieto”, recuerda con una leve sonrisa.

Dueño de una mente inquisitiva, su familia de pequeño le inculcó la noción de que la fórmula para surgir era la educación. “Mi mamá me compraba muchos libros, de naturaleza, y así empezó a encenderse esta lucecita de la ciencia. Además, uno de mis abuelos era agricultor. Tenía una chacra, llena de animales, en un terreno donde cultivaba porotos o tomates, y tengo recuerdos de estar con los pies en la tierra, a los tres, cinco años, descubriendo bichitos. Crecer en ese ambiente rural, no citadino, fue propicio para encantarme con lo que hago, estudiar los seres vivos y encantarme con las ciencias en general”, explica.

Sin embargo, no fue hasta fines de la enseñanza media que realmente se decidió por el mundo científico. “De hecho, tomé los electivos de arte, no de ciencia, y estaba viendo el pedagógico, hasta que una profesora de biología me dijo: Oye, gallo, tú eres súper bueno para biología, eres uno de los pocos que entiende a cabalidad, hace preguntas, participa… ¿Has pensado alguna vez estudiar biología?”.

¿Por qué decidiste finalmente hacer el doctorado?

En el pregrado hay mucha motivación a continuar la carrera y formarse con los profesores que te enseñan. Ahí se instauró un poco esa semilla, me visualizaba enseñando como algunos de mis profesores. Y la plantita comenzó a crecer. Fue un progreso que la misma facultad me inculcó que podría seguir aprendiendo. Y mi segunda gran motivación fue que quería investigar. Trabajé en laboratorio con el doctor Juan Larraín en desarrollo embrionario, y me empoderaron de un tema, que nadie más en el mundo lo estaba haciendo. El tener esa experiencia, esa sensación de lograr algo único en el conocimiento gatilló esa certeza de decir: “Yo quiero continuar haciendo esto”.

De La Florida a Australia

Osvaldo nació y creció en La Florida. Es el primero de su familia en obtener un título universitario, y con su esfuerzo y tenacidad, ha logrado llegar a un lugar privilegiado en el mundo académico-científico en Australia. Es Profesor Adjunto de la Facultad de Medicina y Salud en la University of South Wales, y trabaja en la División de Células Madre y Biología del Desarrollo en el Instituto de Investigación Cardíaca Víctor Chang, donde llegó gracias a Richard Harvey, una eminencia en el mundo científico, miembro de la Royal Society, la academia científica más antigua que incluye nombres de próceres como Isaac Newton, Dorothy Hodgkin y Albert Einstein. “Harvey ha descubierto genes, es uno de los científicos más inteligentes que he conocido, tiene un currículo increíble, y es una eminencia a nivel mundial. Y me mandó a llamar, gracias a mi trabajo con Fabio”, explica Osvaldo.

“Fabio” es el Doctor Fabio Rossi, a quien Osvaldo conoció en 2017 cuando asistió a un congreso en Otawa, Canadá, y fue el italiano que descubrió las células que Osvaldo estaba estudiando para su tesis doctoral. “Le mandé un correo, fue a mi poster, conversamos, fuimos a almorzar, y me tiré a la piscina. Le dije: me encantaría ir a tu laboratorio”, cuenta. “La universidad fue sumamente importante, la Escuela de Graduados me becó para pagar gastos operacionales, y llegué al laboratorio de mis sueños, en British Columbia, en una ciudad maravillosa”. Los tres meses de pasantía se convirtieron en diez, donde Osvaldo logró establecer un núcleo internacional muy importante, al punto que el Doctor Rossi estuvo presente en la defensa de la tesis de Osvaldo, gracias al apoyo de la VRI.

Los corazones de Osvaldo

La yuxtaposición entre arte y ciencia, de alguna forma, finalmente confluyeron en su carrera, que actualmente está enfocada en investigar enfermedades congénitas cardíacas. “Siempre me encantó el funcionamiento del cuerpo humano, particularmente del corazón”, explica. “El corazón, a lo largo de la evolución, ha cambiado, no es estático, Además también tiene harto de sentimiento, es un tejido sumamente interesante”, acota.

¿Cómo aportó tu formación doctoral en tu trabajo actual?

Mi doctorado lo hice con el Doctor Enrique Brandan, que es un especialista en distrofias musculares y en general en cómo ciertas patologías esqueleto-musculares afectan el funcionamiento del músculo esquelético, donde hay distintos tipos de células. Él se focaliza en dos células concretas: las miogénicas, que son las encargadas de formar las fibras musculares, y los fibroblastos, la célula más común en el tejido conectivo. Estudié su comportamiento, factores de transcripción, proteínas que regulaban en condición de homeostasis, en un músculo no dañado, y cómo respondían a distintos desafíos, como el daño muscular agudo, crónico, o viendo cosas puntuales como la distrofia muscular de Duchenne. Pero en un momento pensé: el músculo no puede ser todo, hay otros tejidos. Y justo una profesora, Cecilia Riquelme, llegó de Estados Unidos y había hecho su post doctorado estudiando pitones y cómo las serpientes tenían un proceso súper interesante para regenerar su corazón.

Frank Baum escribió en El Mago de Oz que los corazones nunca serán prácticos hasta que puedan hacerse irrompibles. Algo científicamente imposible, particularmente con las diversas enfermedades cardíacas existentes que aún faltan por estudiar. “Un gran porcentaje de mi investigación se enfoca en el síndrome del corazón izquierdo hipoplásico (HLSL). Es una de las enfermedades congénitas del corazón más raras que existen, toda la parte del ventrículo izquierdo de un niño no se forma durante el embarazo, y cuando nacen, deben pasar por un proceso de múltiples cirugías a corazón abierto. Se les reconstituye completamente el corazón, se forma un corazón único, pero a pesar de todo esto, lamentablemente el 60% de los niños que sobreviven a la edad de 6 años padecen posteriormente falla cardíaca y necesitan un trasplante”, sintetiza Osvaldo. Este trabajo de investigación lo lleva de vuelta a su trabajo de pregrado, transformado fibroblastos de la piel en células troncales, o células madre pluripotentes, y usando ciertos químicos específicos, las induce a formar cardiomiocitos, creando, básicamente, un corazón.

No es lo único que investiga en el Victor Chang Cardiac Research Institute. Entre tazas de té chai, y al ritmo de Rawayana, Manuel García o Sticky Fingers en sus audífonos, Osvaldo se enfoca en su segunda área de investigación, que se acota al estudio de fallas cardiovasculares que Osvaldo denomina “el modelo silencioso de un ataque al corazón”. Usando transcriptómica de células individuales (single-cell transcriptomics), Osvaldo se enfoca en fallas cardíacas con fracción de eyección preservada.

El trabajo es largo, pero satisfactorio. Al final del día laboral, Osvaldo a veces va a surfear a Maroubra, una de las playas cercanas de dónde vive, pero normalmente prefiere tomar su bicicleta e irse pedaleando a su casa donde están las dos personas que logran que su corazón tenga contracciones ventriculares prematuras: Alejandra, su esposa, y Olivia, su hija de dos años, quien hacen que su corazón vibre y se acelere, latiendo en pos de su familia.

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