Camila Román

Septiembre 12, 2024


“El dolor crónico es como un reloj despertador que se echa a perder y sigue sonando sin parar”

Camila Román, doctorante en Psicología en la Universidad Católica, ha vivido una trayectoria de vida marcada por la superación personal y la búsqueda por entender el dolor crónico desde una perspectiva psicológica. Su historia, de hecho, es una muestra de resiliencia y de cómo una experiencia personal puede cambiar radicalmente el enfoque de una carrera académica y científica. Justamente, enfrentar el miedo al dolor crónico al realizar actividad física es el eje central de su actual investigación, cuya defensa en el concurso “Tesis en Tres Minutos” la hizo merecedora del segundo lugar en la competencia de este año.

Richard García

Nacida y criada en Santiago, Camila Román (31) siempre mostró un interés profundo por entender la mente humana. “Me empecé a cuestionar el tema a raíz de una película sobre la vida de una mujer que llega a ser asesina, y su historia personal es terrible. Creo que a lo mejor no debía haber visto esa película, pero la estaban pasando en la tele y me quedé pegada”, recuerda hoy.

Reconoce que esa película la marcó mucho porque mostraba a una mujer que, desde niña, nunca tuvo una oportunidad para hacer otra cosa de lo que llegó a ser, porque detrás de eso estaba la posibilidad de que ella y sus hermanos sobrevivieran. Eso implicó, dice, que la protagonista se involucrara en la prostitución y luego se convirtiera en criminal. “Ahí yo dije: ¿Es eso lo que hay detrás de estas personas que llamamos delincuentes o malas personas? ¿Cómo podríamos quizás revertir eso, qué oportunidad podríamos darles?”.

Estas inquietudes la llevaron a estudiar Psicología en la Universidad Católica, en 2011, y más tarde a especializarse en el área de psicología de la salud, donde ha encontrado su vocación final.

Un antes y un después en la vida y la investigación

La tesis doctoral de Camila Román se centra en los factores psicológicos que influyen en la predisposición al ejercicio físico, en personas con dolor crónico. En particular, investiga cómo el miedo al dolor o a lesionarse puede ser una barrera, mientras que la motivación para realizar ejercicio puede ser un factor decisivo.

Esta línea de investigación, aunque esencial para mejorar la calidad de vida de quienes padecen dolor crónico, no siempre fue el foco de su carrera. Camila fue guiada hacia este camino por una experiencia personal que marcó un antes y un después en su vida.

En 2017, mientras trabajaba en un proyecto de investigación en un área completamente diferente, sufrió un accidente que cambiaría su vida para siempre: un ascensor en el que se encontraba cayó desde el cuarto piso.

Afortunadamente la caída no fue fatal, pero le dejó lesiones que, aunque no fueron graves, resultaron en años de dolor crónico. “Ahí comprendí el peso que tenía vivir con una condición de dolor y cómo te puede afectar en todos los aspectos de tu vida. Yo lo viví. Y por eso me ayudó muchísimo después en mi rol investigativo, porque conocí en carne y hueso las dificultades que estaban experimentando las personas, el sentirse no comprendidos, juzgados, el catastrofismo, el miedo”, describe. “Esta es la única experiencia que tengo cercana a la muerte. Por eso hay detrás un tema psicológico, psiquiátrico también, por cosas como el estrés postraumático, sueños persistentes, miedo a la altura, un montón de temas”, añade la doctorante.

Es así como se enfocó en el dolor crónico, no solo como un objeto de estudio, sino como una misión personal para ayudar a otros que sufren en silencio. Fue entonces cuando comenzó a trabajar con Lidia Gómez, una destacada profesora en el área de Psicología de la Salud, especializada en dolor crónico, quien también se convirtió en su primera tutora en la investigación doctoral.

Cuenta que la doctora Gómez mantenía una estrecha colaboración con Patricio Cumsille, también psicólogo de la Universidad Católica en proyectos sobre dolor con personas con fibromialgia o mujeres embarazadas. Cumsille es hoy su tutor de tesis mientras que la Doctora Gómez la supervisa desde España, donde está radicada actualmente.

El camino de Camila no ha sido fácil. Superar el dolor crónico requirió de años de terapia, ejercicio y una enorme fuerza de voluntad. “Al principio uno deja de hacer todas sus actividades porque tiene miedo de que van a agravar el dolor. Pero eso, justamente, contribuye a que el dolor se mantenga, porque los músculos se van atrofiando y te vas deprimiendo, porque dejas de ver a la gente que quieres, hacer las cosas que te gustan. Y está comprobadísimo que la depresión, la sintomatología depresiva, favorecen que el dolor se consolide en el cerebro”.

Explica que eso se conoce como el miedo y evitación, del cual es muy difícil salir. “Comprender que estaba enfrascada en ese círculo me ayudó a poder distanciarme y dirigirme hacia el otro círculo que es más positivo, de aceptación y también de activación, o sea, dejar de evitar”.

La joven investigadora cuenta que, aunque una persona sienta dolor, la clave está en que ese dolor no les está informando que realmente están en un peligro. “El dolor es alaraco, nos alerta porque es una función biológica para evitar que nos dañemos, para cuidarnos. Entonces, hay veces que, en el caso del dolor crónico, ya dejó de cumplir esa función tan importante y está como desconfigurado, es como un reloj despertador que se echó a perder y sigue sonando, sonando, sonando. Y aunque esta alarma ya no está cumpliendo la función que tenía originalmente, sigue ahí molestando porque es muy difícil ignorarla”.

Camila reconoce que por eso una parte del trabajo con pacientes con alergia crónica, es ayudarlos. “Que sepan que sí, que la alarma va a ser molesta y puede que esté ahí, quizás hasta cuándo… pero la idea es que cada vez se escuche más lejos, restarle la importancia, porque en realidad no te está avisando que hay un peligro. Puedes hacer ejercicio, puedes salir. Y aunque sientas dolor, no es que eso te vaya a hacer un daño”.

Superar miedos sobre el escenario  

Este enfoque resiliente también la llevó a participar en la competencia “Tesis en tres minutos”, concurso donde los doctorantes deben resumir su investigación en una presentación breve, concisa y en inglés. Aunque su motivación inicial fue simplemente desarrollar habilidades expositivas, Camila se sorprendió al obtener el segundo lugar, un reconocimiento que no buscaba pero que valoró profundamente por el aprendizaje que implicó.

“Fue fabuloso. Superó totalmente mis expectativas porque la motivación para participar fue forzarme un poco a desarrollar esas habilidades expositivas, que no es algo habitual que uno hace”, reflexiona. Para ella, la experiencia fue enriquecedora no solo por el premio, sino por el apoyo inesperado de sus compañeros, algunos de los que le fueron a hacer barra, y la oportunidad de superar sus propios miedos y ansiedades en el escenario.

En su tiempo libre, Camila disfruta de actividades que la conectan con su cuerpo y su mente, como el trekking, el jiu-jitsu, y además es una apasionada de los juegos de rol y la música de anime.

Camila ahora se prepara para viajar a Bélgica, donde realizará una pasantía de seis meses en la universidad de Gante y a la vuelta deberá defender su tesis. “Ahora estoy full enfocada en estos últimos metros de la carrera, para sacarle el máximo provecho a la experiencia. Pensar en el futuro en estos momentos me da como ansiedad. Antes estaba Lidia (Gómez) acá, teníamos proyectos en el tema de dolor en la escuela, pero ya no. Después de que ella se fue, el grupo se fue disolviendo, por lo que no están tan claras las oportunidades de inserción. Pero eso se verá en su momento. Creo que en mi vida siempre se han ido presentando las oportunidades y espero que con mis capacidades y aprendizaje de todo el doctorado y de la pasantía, pueda encontrar un lugar donde hacer un aporte”, reflexiona.

Entramado